El Santuario

Existe un santuario, es la fosa de mi mente, allí nacen monstruos que mi corazón diluye.

Cada latido es un estallido,  es la nitroglicerina recorriendo mis venas y mis órganos son mis pequeños zombies. Vida explotando de manera  extraña y desmembrada.

Aquel santuario de pensamientos, sueños quebrados que resucitan golpes de esperanza, más extranjera que nunca, es mi descanso.

La valentía es para quien se pasea por la muerte con la dignidad del que todo lo tiene y no posee nada.



Ayer tomé unas copas con la muerte, sigilosa, me susurraba lo muerta que estaba, me recordaba que paseo por la vida con un cuerpo inconsistente, un cuerpo diluido por estos tiempos. Aquello que tomé por vida es en realidad muerte rotunda y desperezada, una muerte dispuesta a recorrer los surcos de mi piel.

Permanezco en este  santuario, reflejada en mi locura, mi corazón late y en mis venas la sangre fresca es la nitroglicerina de mis días.

Mª Carmen Martínez

Mis mundos

Hay un paraiso al fondo de mis ojos y si te atreves, más allá de mis ojos, hay un camino que atraviesa las fronteras de mi ser, hallarás mis mundos.
En mis mundos la libertad crece sin miramientos y la luz llena los resquicios de un corazón solitario.



En mis mundos también crecen los abismos, llenos de soledad, una soledad fraterna, amiga, aquella soledad que cobija, soledad serena.

 Más allá de mis ojos,  hay un camino donde hallarás mis mundos.

Mª Carmen Martínez
http://instrumentopoetico.blogspot.com.es/

SOY LIBRE PORQUE FUI ESCLAVA



Existe una esclavitud profunda, arraigada, que diluye los horizontes de lo que soy. Esclavitud inhalada a profundas caladas, hecha de adicciones de todo tipo, construida con ladrillos de miedo y sufrimiento. Esa esclavitud que viste una soledad maligna y demoledora que devora toda esperanza.

Es la esclavitud absoluta, con cada calada se hacía más mía y yo más suya, diluyendo los horizontes de la vida, de la nada.  Narcotizante, derrapaba por mis entrañas convirtiendo mi abismo en sufrimiento y soledad. Emociones cocidas a fuego lento, prisiones construidas con mi permiso.  Crecí prisionera de limitaciones ajenas y  miedos ajenos. 

Lloré gritando libertad y con alas para volar hacia los horizontes de la vida. Nadie pudo cortar mis alas, en realidad, sí que lo hicieron, pero aquellas alas volvían a crecer, más fuertes y más grandes.

La tierra se enamoró de mis huellas, llenando de polvo mis pies, y tendió caminos inhóspitos, el aire apartó los velos y pude ver con claridad mis lágrimas, cencelladas blancas y rojas. No sentí miedo, ese fue el error, sin miedo pero esclava, los elementos azuzaron la sangre de mis venas, en esa sangre hervía una vida para ser vivida. El fuego susurraba unos horizontes perdidos a mí oído, listos para ser hallados.






 Dejando de buscar,  encontré en mis venas los albores de tiempos vividos en los que por ser mujer fui quemada, violada y en estos horizontes cercanos,  mi yo mujer languidecía en la memoria, fui presa de todo lo ajeno, sentí en mis manos la pistola que acabaría con todo, porque morir se convertía en un acto de valentía. Los elementos despertaron mi conciencia perdida y sentí que estaba muerta.

 
Ahora, con cada latido estalla la vida en mis entrañas y me recuerda que lo vivido no fue más que un sueño que se llevó un tiempo de mi, se llevó un tiempo de mi muerte y ahora la vida se despereza en mis pulmones, inhalando y exhalando la libertad resucitada de mis entrañas, sin tibiezas. Una vida intensa que carboniza las entrañas, una vida que sólo puede ser vivida, una vida construida con la demolición de todo lo construido con la muerte. 

Busco en mi bolsillo mi dosis de broncodilatador, mis pulmones encogen, ahora todo es nuevo, las certezas de otros tiempos han muerto con el miedo y ante mí, sin sigilo,  se manifiesta un mundo desconocido, llamado Libertad.

Ahora sí, soy libre porque fui esclava. 

Mª Carmen Martínez
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