CAMILLE CLAUDEL




Tus manos nunca buscaron la forma, encontraron la esencia, esa esencia que perfora la materia. Tus ojos se lanzaban furtivamente hacía los ecos del alma. En cada gesto la intensidad brillaba, una danza, una vibración, mano y barro encontrándose. Suavemente tus manos se deslizaban trabajando el contorno, el barro tu primer mundo y las manos danzaban fundiéndose en un solo ser, acariciándose, haciendo el amor antes que el sol evaporara toda la humedad.

Se alborota el pelo.

Tus  pezones se erizaban porque alcanzaban aquel sentimiento que yacía dormido en la forma. En tus manos el barro vivía, se hacia consciente de ser el Adán perdido. Le recordaste al barro que la mujer no fue costilla,  le recordaste al barro que la mano que modeló a Adán era la tuya, la mano de mujer, mujer hecha de libertad.

Pocos sintieron por miedo, todos te quisieron más que muerta, te quisieron domar, como si la libertad fuera un caballo al que poner un hierro vaquero, la libertad laceró las almas de aquellos hombres que desearon compartir desde la cobardía.

Naciste marcada por los vientos del odio, naciste con la libertad tatuada en el llanto, un llanto furibundo, naciste con la conquista de ti misma en la sangre.

A los ojos de tu madre fuiste muriendo, el resentimiento empapó su ánimo y terminó por lacerar sus entrañas, músculos, huesos y sentimientos,  la mirada estaba cargada de pólvora lista para disparar y en cada mano una escarcina dispuesta a abrazarte.

Así el tiempo, aquel Adán perdido, quiso vengarse. La peor venganza fue el silencio, aquel silencio llenado de ignorancia, de desconocimiento, aquel silencio que amedrenta. Muchos pensaron que viajaste a los mundos de tu mente para no volver, pero tu padre sabía, sentía, que viajabas para volver, renacida y fortalecida en un mundo más tuyo que nunca. Su muerte te sentenció.

Los demonios acechantes, los peores, los demonios vestidos de humanidad y rectitud, los demonios hechos de carne podrida, aquellos que sólo buscan someter al alma que lleva a dios en sus manos, esos demonios confabularon y firmaron en silencio tu encierro. Todos en alarde de cobardía pactaron bajo palio su vil treta, quisieron que la historia  te diluyera en la inexistencia.

 En tus manos el cincel cavó las sutilezas del alma, hicieron del mármol esencia absoluta, el barro mostró el éxtasis de tu caricia, barro y mármol buscaban hacer el amor entre tus manos, buscaban deslizarse por entre tus dedos, fue tu obra la que te mantiene viva, tu obra te hace más viva que nunca. 

Tu Camille, sólo tu, yaces en mi espíritu más viva, más esencia.

Mª Carmen Martínez

Fotografía: Camille Claudel, sculptant dans le marbre "Vertumme et Pomone" en 1905 Copyright Coll. Part.

EL ULTIMO SORBO



Me tiemblan las manos, a duras penas puedo sostener la taza. Mi mente se distrae con facilidad.

Parece mentira todo lo que contiene una taza de café.

El poso del café me hace sentir vieja, muestra la vida en sus sedimentos, no creo que de ello florezca nada más,  todo es un contenerme más.

Sorbo lentamente el café, me siento, me veo, me observo, es el café y esta maldita taza la que me está rompiendo por dentro. La vida palpita en  sentimientos que arañan las venas hasta perforarlas.

Viajar en busca de un dolor que haga más soportable el dolor que ya siento.

A cada sorbo el café ondula, emite ecos de perfume y  me extasía hipnotizándome. Los sorbos han de ser pequeños y lentos.

Mi vida entera se contiene en los sedimentos. No soportaré esta vejez. 

El café se desliza por mi boca, juguetea con mi lengua, despierta el gusto, entre el placer y el dolor absoluto. Me conquistó donde la vida me abandonó y ahora cada sedimento son balas de 35 mm., que decididamente van a conducirme al final.

No me mido ni por valentía ni por cobardía, soy incapaz en realidad de medirme porque mi yo sin mesura quiere diluirse entre los sedimentos. Seguir corrompería todo aquello de lo que formo parte.

Sorbo, el café ya no está tan caliente. Dos cucharadas de azúcar integral han enmascarado su amargura que mi boca siente como suya. Desciende por mi garganta despedazando una vida resentida, se desliza hacia mi estómago donde agujerea mis emociones.

Siguen escociéndome los cortes.

El poso, el sedimento ya puedo degustarlo, no quiero mirarlo porque es un espejo roto de lo vivido.

Siento sueño. El sofá es más cómodo.

Nunca creé pero si tropecé, ahora la conquista, es mejor morir con el último sorbo.

Mª Carmen Martínez
 http://instrumentopoetico.blogspot.com.es/
Entrada inspirada en las palabras de Francesca Woodman, genio de la fotografía que se suicidó a los 22 años:

“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”. 

Tierra realmada

Dime espacio,
que lo tienes todo y no contienes nada.
Susúrrame tiempo,
que tienes pasado y no contienes presente.
Grita mar,
que tienes mis entrañas y me desposas con fuerza.
Y yo en los abismos.
Y mi cuerpo muerto y ausente siente.
La tierra gime,
gime y sigue gimiendo,
su dolor ensombrece al sol durmiente.
Sol que no calienta los caminos de mi alma,
caminos inciertos.
Y mi alma grita enmudecida,
pues mi alma comió manzanas,
la tierra comió manzanas.
La tierra es puta,
mi alma es puta.
La tierra se pudre.
La luna llora.
Lloran las sombras,
pues la tierra se está muriendo,
y mi alma se está muriendo.
La tierra comió manzanas,
mi alma comió manzanas.
Sombras abisales retumban alocadas.
Mi alma puta chilla,
mi tierra podrida grita,
¡sol durmiente despierta!
Pues mi alma llora,
llora y llora.
Mi alma se realma ya en sombras.
Realmar la tierra de luces encontradas.
Vete sol durmiente,
pues la luz lunar realmando está mis entrañas.
La tierra gime
porque come carne,
porque bebe sangre,
porque su alma grita realmada
¡yo tierra!
¡yo alma!
Yo tierra realmada.
Yo alma realmada.
¡SÍ! Comí manzanas
y realmé mi esencia,
yo tierra esencia,
yo alma esencia,
yo esencia de esencias.
La muerte tiembla.
La muerte acechante redobla tambores,
ruido y ruido,
porque la tierra no gime,
porque la tierra no grita,
porque la tierra realmada vibra.
La tierra vibra y crece,
la tierra come.
La tierra come muerte.
Yo alma como muerte.
Yo alma realmada,
Yo tierra realmada.

La letra

Tu piel susurra mis secretos guardados, silenciados,

contenidos en las mazmorras de mi piel.

Tu piel, llave de mis cadenas,

contiene la letra.

Es la letra que tatúa

ausentando palabras,

esa letra de pozos y simas,

es la letra que escancia, que sirve y toma tus susurros

estremeciendo mi piel.