CAMINOS PERDIDOS

El camino pasado deja huellas que el viento roba en la misma senda, sin tregua, la lucha por los recuerdos erosiona el arte de vivir el presente. Un presente que acongoja y extirpa la esperanza de ser. Porque siendo pienso en el futuro que no existe pero mi mente traicionera sigue huyendo de la realidad de mis huellas, el presente.

Creí pensar que en un tiempo mis huellas quemarían el camino, pues como dijo el poeta “se hace camino al andar” y no, soy el propio camino, un rincón de destinos que palpitan encontrar un claro dentro de la encrucijada tremenda que hostiga la realidad, yo misma.

El camino soy yo en un encuentro de destinos desbocados que arden ser testimonio de mi realidad presente. Vivo una realidad que es excluyente y lo primero que excluye es a mi misma como mujer, soy esa parte de la ecuación que siempre se siente amputada y dividida, porque en mí la acción no es multiplicativa.

Han creado un circo a mi alrededor en el que, algún que otro bufón de gran rango académico, da el testigo y permiso para aceptar que si algo ha de conducirnos al cambio es lo femenino, las mujeres.

Quizás lo único que nos puede conducir al cambio es ha reconocernos como camino y no como peregrinos, porque en el peregrino está la ausencia de pertenencia que legitima a muchos a cometer todo tipo de aberraciones de consecuencias permanentes, si soy camino soy origen y consecuencia, así que lo que haga me pertenece tanto en sombras como en luces.

Es en el camino que soy donde reside la permanencia, pero siendo camino soy alma peregrina, alma furtiva que muere a cada paso, pero mi yo camino será el legado que por pequeño que sea seguirá siendo reino de permanencia.

Ando siendo fugitiva en mis caminos y sigo encontrando terribles ausencias y miedos cohibiéndome lo que en realidad soy, mí mismidad. En mis venas permanezco surcando un viaje transoceánico para encontrar en mí un destino cierto, mí misma.

El dolor sigue debatiéndose con toda su furia, es el Minotauro, yo sin ser Teseo busco en los ojos de la bestia la esperanza renacida de los que no pueden ser escuchados, porque en él está la furia cierta de los que siguen ausentes.

Le miro fijamente y me encuentro, soy yo el Minotauro, durante algún tiempo alimenté mi alma de carne humana. Mi carne deseaba vengarse de las afrentas y tendida en el laberinto allí se pudrieron mis días. Ausencias sangrando mi camino.

Fui hecha de la misma espuma del mar, fui concebida con la pureza de las olas, mi piel de brisa, mi fuerza estaba en mi inocencia que arrancada me violentó y quise comer la carne de los que corrompieron mi alma, pero en ese alimento salvaje, mi alma se volvió oscura, sintiendo que yo era mi propio monstruo, seguí encerrada.

Soy el estigma, en mis vidas pasadas fui violada, fui tomada en conquista porque sencillamente soy el trofeo de los que trafican con las almas de los inocentes.
A veces sigo mis impulsos y ellos siguen condenando lo que soy porque ahora pertenezco a los que piensan, son académicos, intelectuales, políticos olvidando que soy la furia de Minotauro.

Llueve y al rato sale el sol, el cielo lleno de cinismo dibuja un arco iris, recordando que yo misma soy, sin más y que mi furia es blanca, hermosa porque en mi furia está la fortaleza de la lucha de los vencidos, porque en mi habitan los genes de todos los vencidos.

Soy Minotauro nacida de la misma afrenta, fruto de la enajenación de los que siguen sin pensar que tras mi escote unos centímetros más arriban yacen unos ojos marrones, ojos grandes, profundos, en donde hacer un viaje hacia mis entrañas.
Lástima que la estupidez ganara alguna que otra guerra, tratando de borrar un pasado que a todos nos pertenece. Es una historia que lamentablemente sigue sucediendo, es la memoria de los vencidos y con ellos seguimos perdiendo todos.

¿Dónde están los caminos?

Perdidos.