La Katana

Lúa había terminado su trabajo con un puñado de heridas superficiales en la cara y en los brazos, la vida siempre iba a su encuentro, arrancándola de las fauces de la muerte.

Gabriel iba acariciando su katana, hombre y espada en unión perfecta.

El olor a sangre y sudor flotaba en el aire. Llegó la hora.

Lúa estaba de rodillas, mostrando eterna gratitud y reverencia por este ansiado encuentro con la muerte.

  - La vida es de valientes, es un lástima Lúa- le dijo Gabriel con voz grave,  rompiendo el silencio de aquel momento sagrado.

  - La muerte es cobarde, huye de mi, por suerte hoy viene a mi encuentro y lleva el nombre de este acero. –respondió mirándole fijamente a los ojos.

El silencio regresó. Gabriel dejó la katana justo delante de Lúa, marchándose sin hacer mucho ruido.

Las paredes rezumaban tensión.

Lúa inhalaba y exhalaba profundamente observando la espada, con gestos pausados la blandió, tragó saliva, imágenes de todo lo vivido derrapaban por su mente, sintió cómo la hoja atravesaba la boca de su estómago, aquel dolor apagó la búsqueda. La muerte con forma de katana traspasó sus entrañas.

El olor a sangre y a sudor flotaba en el aire, el silencio lo ocupaba todo.

Unos ojos observaban a Lúa, su cuerpo, la postura, la sangre.

-  Somos un cuerpo y sangre- pensó

Un ser la miraba levantando cortinas de incertidumbre y miedo, dejó de ser Lúa en el mundo de los vivos para llamarse...

El verdadero nombre de los muertos no es para los vivos.

Mª Carmen Martínez

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