EL ULTIMO SORBO



Me tiemblan las manos, a duras penas puedo sostener la taza. Mi mente se distrae con facilidad.

Parece mentira todo lo que contiene una taza de café.

El poso del café me hace sentir vieja, muestra la vida en sus sedimentos, no creo que de ello florezca nada más,  todo es un contenerme más.

Sorbo lentamente el café, me siento, me veo, me observo, es el café y esta maldita taza la que me está rompiendo por dentro. La vida palpita en  sentimientos que arañan las venas hasta perforarlas.

Viajar en busca de un dolor que haga más soportable el dolor que ya siento.

A cada sorbo el café ondula, emite ecos de perfume y  me extasía hipnotizándome. Los sorbos han de ser pequeños y lentos.

Mi vida entera se contiene en los sedimentos. No soportaré esta vejez. 

El café se desliza por mi boca, juguetea con mi lengua, despierta el gusto, entre el placer y el dolor absoluto. Me conquistó donde la vida me abandonó y ahora cada sedimento son balas de 35 mm., que decididamente van a conducirme al final.

No me mido ni por valentía ni por cobardía, soy incapaz en realidad de medirme porque mi yo sin mesura quiere diluirse entre los sedimentos. Seguir corrompería todo aquello de lo que formo parte.

Sorbo, el café ya no está tan caliente. Dos cucharadas de azúcar integral han enmascarado su amargura que mi boca siente como suya. Desciende por mi garganta despedazando una vida resentida, se desliza hacia mi estómago donde agujerea mis emociones.

Siguen escociéndome los cortes.

El poso, el sedimento ya puedo degustarlo, no quiero mirarlo porque es un espejo roto de lo vivido.

Siento sueño. El sofá es más cómodo.

Nunca creé pero si tropecé, ahora la conquista, es mejor morir con el último sorbo.

Mª Carmen Martínez
 http://instrumentopoetico.blogspot.com.es/
Entrada inspirada en las palabras de Francesca Woodman, genio de la fotografía que se suicidó a los 22 años:

“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”. 

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